En palabras de ...

"La lengua de signos está llena de plasticidad y belleza y es capaz de crear la magia de la poesía y de envolver a las personas en un mundo onírico lleno de imágenes fantásticas. Sirve para confesarse, para la filosofía, para discutir o hacer el amor. Está llena de fuerza simbólica... El alma que se escapa por sus dedos es para ellos la vida misma".
(Oliver Sacks).

domingo, 21 de noviembre de 2010

Comienza nuestro aprendizaje: un buen modelo lingüístico

Mucho se habla sobre las condiciones técnicas y de la personalidad que debe poseer una persona que trabaja con niños y niñas; y sobre todo de aquellos que trabajan con los más pequeños, en las etapas de educación infantil y primaria. Esta es una difícil labor que requiere innumerables cualidades: afecto, comprensión, paciencia, resistencia física, creatividad, perseverancia, buena dicción, etc. Incluso, al referirnos al aprendizaje de idiomas, este último aspecto cobra una importante relevancia. 

Sin embargo, al referirnos a la enseñanza a través de la lengua de signos (bien sea en sus modalidades bilingües o bimodal) no se precisan cualidades ni condiciones específicas. Es más, las administraciones educativas ni siquiera se ponen de acuerdo sobre cuáles deberían ser los perfiles personales y académicos necesarios.

A pesar de ello, al igual que en la enseñanza de idiomas, una de las discusiones de mayor relevancia dentro del proceso de enseñanza - aprendizaje es la de si la enseñanza o utilización de las lenguas de signos dentro del sistema educativo debe ser realizada por un hablante nativo (personas sordas), o si puede ser realizado igualmente por un profesional preparado (maestros especialistas en audición y lenguaje, intérpretes, expertos en lengua de signos). En ambos casos se manejan argumentos en pro y en contra, algunos de los cuales rebasan los límites estrictamente lingüísticos para caer en otros de índole política, socioeconómica y laboral.

Con esto no quiero decir que no puedan existir educadores, expertos y bien formados, sordos u oyentes, que desarrollen eficazmente su labor; pero la realidad es que tales casos suelen ser los menos frecuentes y no suelen estar del todo reconocidos por las administraciones educativas.

Lo cierto es que existe una situación de carencia, que ha de tratar de resolverse mediante la preparación metodológica y la capacitación del educador; bien sea sordo u oyente. Y lo que sí debería ser importante es el valorar que aquel que enseñe la lengua de signos, o a través de ella, ha de tener una competencia lingüística más que aceptable, un apreciable conocimiento de la lengua, así como de sus implicaciones a nivel comunicativo y social; y, obviamente, preparación docente.

Lo que no es admisible es que por trabajar con niños sordos, el trabajo educativo se apoye en un personal que a veces ni siquiera domina los elementos básicos del idioma con que trabaja, con una deficitaria "pronunciación" (articulación signada), errores semánticos y sintácticos, así como desconocimiento de la idiosincrasia social y cultural de dicha lengua y sus usuarios.

Tal situación lo único que provoca es un barrera para el desarrollo de metodologías específicas, falta de asesoramiento claro y profesional  para padres y resto de educadores, y eternas discusiones de postulados claramente extremos (oralismo, métodos gestuales).

"Mamá quiere aprender lengua de signos"





Imagen tomada de: “LEO, o Puto Sordo” (Leo, el pequeño sordo)

M. Morgano y M. Martini
Surd´Universo
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