Mucho se habla sobre las condiciones técnicas y de la personalidad que debe poseer una persona que trabaja con niños y niñas; y sobre todo de aquellos que trabajan con los más pequeños, en las etapas de educación infantil y primaria. Esta es una difícil labor que requiere innumerables cualidades: afecto, comprensión, paciencia, resistencia física, creatividad, perseverancia, buena dicción, etc. Incluso, al referirnos al aprendizaje de idiomas, este último aspecto cobra una importante relevancia.
Sin embargo, al referirnos a la enseñanza a través de la lengua de signos (bien sea en sus modalidades bilingües o bimodal) no se precisan cualidades ni condiciones específicas. Es más, las administraciones educativas ni siquiera se ponen de acuerdo sobre cuáles deberían ser los perfiles personales y académicos necesarios.
A pesar de ello, al igual que en la enseñanza de idiomas, una de las discusiones de mayor relevancia dentro del proceso de enseñanza - aprendizaje es la de si la enseñanza o utilización de las lenguas de signos dentro del sistema educativo debe ser realizada por un hablante nativo (personas sordas), o si puede ser realizado igualmente por un profesional preparado (maestros especialistas en audición y lenguaje, intérpretes, expertos en lengua de signos). En ambos casos se manejan argumentos en pro y en contra, algunos de los cuales rebasan los límites estrictamente lingüísticos para caer en otros de índole política, socioeconómica y laboral.
Con esto no quiero decir que no puedan existir educadores, expertos y bien formados, sordos u oyentes, que desarrollen eficazmente su labor; pero la realidad es que tales casos suelen ser los menos frecuentes y no suelen estar del todo reconocidos por las administraciones educativas.
Lo cierto es que existe una situación de carencia, que ha de tratar de resolverse mediante la preparación metodológica y la capacitación del educador; bien sea sordo u oyente. Y lo que sí debería ser importante es el valorar que aquel que enseñe la lengua de signos, o a través de ella, ha de tener una competencia lingüística más que aceptable, un apreciable conocimiento de la lengua, así como de sus implicaciones a nivel comunicativo y social; y, obviamente, preparación docente.
Lo que no es admisible es que por trabajar con niños sordos, el trabajo educativo se apoye en un personal que a veces ni siquiera domina los elementos básicos del idioma con que trabaja, con una deficitaria "pronunciación" (articulación signada), errores semánticos y sintácticos, así como desconocimiento de la idiosincrasia social y cultural de dicha lengua y sus usuarios.
Tal situación lo único que provoca es un barrera para el desarrollo de metodologías específicas, falta de asesoramiento claro y profesional para padres y resto de educadores, y eternas discusiones de postulados claramente extremos (oralismo, métodos gestuales).
"Mamá quiere aprender lengua de signos" |
Imagen tomada de: “LEO, o Puto Sordo” (Leo, el pequeño sordo)
M. Morgano y M. Martini
Surd´Universo
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